PERDER EL MIEDO AL CAMBIO: DESAPEGO Y RENUNCIA
Por: Eileen Colberg Luciano Ph.D.
Perder el miedo al cambio, desde la perspectiva psicológica budista, requiere de mucho valor y esfuerzo. Es un esfuerzo individual profundo, que requiere de atención plena a la mente. Sin embargo, con paciencia y dedicación, todos podemos hacerlo. En estos momentos de pandemia, hay cambios a distintos niveles: económicos, ambientales, de relaciones sociales y de salud. Estos cambios nos llevan a transformar la vida que conocemos, en una más acorde con nuestra realidad externa. Por otra lado, nos mueve a sentir, pensar y actuar diferente. El semi- encierro requerido, como otro de los grandes cambios, es la oportunidad perfecta para observarnos y reflexionar acerca de nuestras prioridades y hábitos, muchos de ellos, causas de nuestros patrones mentales. Se presentan aquí dos procesos para trabajar con el miedo al cambio y son: el apego como fijación mental y luego, la renuncia a patrones mentales perjudiciales.
El apego se entiende como una fijación de la mente a algo que no logramos dejar de pensar, sentir y reaccionar. Es como dejarnos sumergir en el fondo de un pozo donde hay una corriente que te arrastra cada vez más profundo al miedo y al sufrimiento. El miedo surge de perder lo que anticipamos perder, que hasta ese momento ha brindado seguridad, comodidad y agrado. Primero, por medio de la atención plena, observamos nuestro miedo, lo sentimos y no reaccionamos a él. Nos damos cuenta de la fijación que tenemos con lo que está sucediendo internamente y del pensamiento de que creemos que no tenemos salida. No rechazamos, evadimos o negamos nuestro proceso interno. Al observar la mente de esta manera, ya nos hemos movido a otro nivel del que estábamos; al de observadores/as. Este movimiento requiere de nuestra plena atención y es positivo.
El segundo paso es la renuncia a patrones mentales aflictivos. Tenemos la intención de liberarnos de ese sufrimiento, de ese miedo seleccionado. Identificamos un valor, creencia, ley o principio más elevado, más expansivo, que redirija nuestros pensamientos, emociones y acciones. Por ejemplo: Prefiero tener paz a tener la razón. Otro podría ser: la verdad, ante todo. Nos inventamos otra rueda que redirija nuestro futuro con un propósito mayor y nos reinventamos. A la luz de este nuevo principio, pensamiento o emoción, transformamos el esquema mental aflictivo y nos redirigimos con un nuevo esquema mental más liberador. La fijación con el esquema mental anterior es la causa de nuestro desasosiego; el miedo es a renunciar a él porque nos define como “yo” y ahora lo substituimos y nos redirigimos a algo nuevo. Este nuevo esquema mental surgió de nuestro potencial de posibilidades.